Mara Sanchez Renero

El Cimarron en La Pared Negra

Una mirada crepuscular al universo afro-mexicano.

¿Qué unen un tenue crepúsculo con nubes flotantes, una bandada de pájaros desbocados o una mujer con los ojos vendados rodeada por un círculo de fuego? El trabajo fotográfico de Mara Sánchez-Renero difícilmente explique las relaciones entre los elementos, pero atrae de una manera especial su forma de congelar instantes para generar sensaciones evocadoras y ambiguas sobre la condición humana.

"El cimarrón y su fandango" es un proyecto que nos habla en forma alegórica de un pasado, la de una raza negra opacada por los vaivenes de la historia colonial, y unos representantes, fugitivos, que deambulaban entre la sombra de la periferia como cimarrones. Pero ese pasado, bajo la óptica aguda de la autora, no es sólo un concepto histórico descriptivo, sino sobre todo una determinación del presente. Y en el caso de los descendientes afro-mexicanos, un presente marginal, inestable e inmemorial.

Las 30 fotografías que componen la serie, ubicadas en la Costa Chica mexicana, nos descubren parajes asilvestrados, naturaleza agreste y cielos nebulosos, fotografiados con rigurosos encuadres frontales que generan una sensación de extrañeza y atemporalidad. La manera de retratar la materia (olas, nubes, animales) es también singular, por momentos inquietante, pero de una belleza feroz.

Sin embargo, cuando se nos revela la presencia humana no lo hace integrada con el paisaje sino más bien como apariciones fugaces, acrecentando la rudeza de sus figuras por sobre el entorno. Estos seres aislados, desafiantes, en posturas hieráticas, con figuras ornamentales, algunas de carácter ritual, parecen decirnos algo, vuelcan su mirada sobre la nuestra trasluciendo in­comodidad, desazón.

Esta utilización del paisaje, la composición y los elementos rituales transforman la realidad retratada en algo complejo, inestable y con un alto componente de misterio. Sobrevuela toda la serie una pátina de oscuridad general acompañada por una sobria elección cromática. Colores pasteles, cobrizos o dorados otoñales se funden con un azul del cielo o del mar, generando atmósferas profundas y sugerentes, por momentos espectrales.

Lejos de los estereotipos asociados a los procesos de integración racial, las pinceladas poéticas que desprenden sus fotos, muy sutilmente sugeridas en el trabajo, dotan a la serie de una extraña atracción. La última fotografía que completa la serie, unas rocas monumentales recortadas en un cielo azul abstracto y moldeadas por la erosión del tiempo, sugiere una fusión entre lo natural y lo humano, una forma de epílogo brillante de la transformación de un pueblo ya integrado en el paisaje, fundido con la geografía que los acogió.

Ryszard Kapuscinski, el notable observador del continente negro, afirmaba que nada comunica mejor la fragilidad del tiempo y su naturaleza inestable y efímera que una fotografía. Los instantes captados por la cámara de Mara Sánchez-Renero, fugaces como un rayo, documentan notablemente esa fragilidad, pero sin dudas permanecerán como una huella, un eco vibrante de una identidad negra forjada a las veras de la civilización.

Por: Patricio Suarez